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Cuentos en verso para niños perversos

Cuentos en verso para niños perversos de Roald Dahl

Roald Dahl (1916-1990) debe su fama sobre todo a sus relatos para la infancia, como Charlie y la fábrica de chocolate, Las brujas y Matilda. Aunque ya en estas obras hay algo vagamente siniestro, -basta pensar en el destino que sufren los niños caprichosos a manos de Willy Wonka- no todos saben que el querido y viejo Roald se divirtió escribiendo poemas que son decididamente crueles. Sus Cuentos en verso para niños perversos (título original Revolting Rhymes, 1982) trastornan los cuentos y las fábulas más conocidas.

Los cuentos clásicos como nunca los conociste

La mamá de Juanito, protagonista de Juan y las habichuelas mágicas, adoraba insultar y azotar a su hijo, demasiado tonto y maloliente, para luego ser devorada por un terrible gigante en la cima de la planta de frijoles. Blancanieves, después de encontrar trabajo como ama de llaves de siete ex jockeys de carreras, roba el espejo mágico de su loca madrastra. Los siete hombrecillos, enfermos por el juego, piden al espejo el resultado de las carreras de caballos y apuestan todos los días por el caballo ganador. ¿La moraleja de este cuento? Jugar no es mala cosa… si se va a ganar. ¿Es quizás por afirmaciones de este tipo que algunos juzgaron los poemas inapropiados para los jóvenes?

Roald se opone, luego, al cuento de Ricitos de Oro y los tres osos: ¿Cómo puede un buen padre leer un cuento así a su hijo? Ricitos de Oro es una mentecata, que no solo se cuela en las casas ajenas: come la comida de otros, rompe los muebles, dice palabrotas y ensucia todas las camas con sus zapatos mugrientos. ¿El final más justo? ¡Ser devorada despiadadamente!

Y luego está Caperucita Roja, quien no lleva la habitual capa de buena nietecita de visita a su abuela, sino que luce un abrigo de piel extrañamente ásperos.

Un pequeño extracto

 

De repente

Caperucita dijo: «¡Qué imponente

abrigo de piel llevas este invierno!»

El Lobo, estupefacto, dijo: «¡Un cuerno!

O no sabes el cuento o tú me mientes:

¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!

¿Me estás tomando el pelo…? Oye, mocosa,

te comeré ahora mismo y a otra cosa.»

Pero ella se sentó en un canapé

y se sacó un revólver del corsé,

con calma apuntó bien a la cabeza

y ‐¡pam!‐ allí cayó la buena pieza.  

Las ilustraciones

Los poemas están acompañados por las ilustraciones de Quentin Blake: narices alargadas, ojos desorbitados y lobos que se parecen a ratas gigantes le dan un toque aún más inquietante a los versos de Dahl.

***

Por una vez es divertido saber que no habrá ningún «y vivieron felices para siempre», porque, al final, ¡todos somos un poco malos! Y de todos modos, ¡Ricitos de Oro siempre nos cayó mal!

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