Febrero. Este año también ha llegado el mes más temido por los solteros de todo el mundo… ¡y el más esperado por los enamorados! No importa cuál sea vuestra situación sentimental: recordad que el amor se puede encontrar en muchas cosas y que la literatura es una excelente fuente de romanticismo. Por ejemplo, ¿cuántos poemas se han dedicado a los besos? ¡Demasiados para contarlos!
El más famoso es sin duda el Poema V de Catulo, quien le pedía a su Lesbia que se dejara entregar a la pasión y lo llenara de besos:
Vivamos, Lesbia mía, y amémonos.
Que los rumores de los viejos severos
no nos importen.
El sol puede salir y ponerse:
nosotros, cuando acabe nuestra breve luz,
dormiremos una noche eterna.
Dame mil besos, después cien,
luego otros mil, luego otros cien,
después hasta dos mil, después otra vez cien;
luego, cuando lleguemos a muchos miles,
perderemos la cuenta, no la sabremos nosotros
ni el envidioso, y así no podrá maldecirnos
al saber el total de nuestros besos.
Pero también Dante reconoció el efecto arrollador del beso en el famoso pasaje, el Canto V de su Infierno, dedicado a los amantes Paolo y Francesca:
[…] Un día estando en la lectura amena
de cómo a Lanzarote el amor ciñó;
estábamos solos y sin sospechas.
Muchas veces nuestro mirar se cruzó
en la lectura, el color quitándole;
pero fue un punto el que nos venció.
Leímos que la risa anhelante
fue besada por tal grato amor,
y este, de quien no he de separarme,
todo temblante, la boca me besó,
Galeotto el libro fue, y quien lo hiciera,
desde ese día, ya nunca se leyó.
Y no se puede dejar de recordar el dulce poema de Jacques Prévert sobre la felicidad y el extrañamiento que provoca el primer amor:
Los niños que se aman se besan de pie
contra las puertas de la noche
y los paseantes que pasan los señalan con el dedo
pero los niños que se aman
no están ahí para nadie
y es sólo su sombra
la que tiembla en la noche
excitando la rabia de los paseantes
su rabia, su desprecio, sus risas y su envidia
Los niños que se aman no están ahí para nadie
están en otro lugar mucho más lejos que la noche
mucho más alto que el día
en la deslumbrante claridad de su primer amor.
El beso, además, no es solo el primer contacto físico entre dos personas que se están enamorando. Cuando se besa y se es besado, uno se vuelve vulnerable, muestra su alma y su intimidad. Erich Fried lo sabía bien cuando escribió Cómo debes ser besado:
Cuando te beso,
no es sólo tu boca,
ni tu ombligo,
ni tu regazo lo que yo beso.
También beso tus preguntas,
y tus deseos,
yo beso tus reflexiones,
tu incertidumbre,
y tu valentía,
tu amor por mi,
y la libertad que te ofrezco,
tu pie,
que hasta mi te trajo
y que de mi te alejará,
te beso a ti,
como eres y como serás,
mañana y después,
y cuando los días conmigo queden en el recuerdo.
Y, para terminar, de entrega total, pasión, locura y necesidad habla Manuel Machado, quien se vuelve adicto a los besos de su amada en El querer:
[…] Estoy enfermo de ti,
de curar no hay esperanza,
que en la sed de este amor loco
tu eres mi sed y mi agua.
Maldita sea la hora
en que contemplé tu cara,
en que vi tus ojos negros
y besé tus labios grana.
Maldita sea la sed
y maldita sea el agua,
maldito sea el veneno
que envenena y que no mata.
En tu boca roja y fresca
beso, y mi sed no se apaga,
que en cada beso quisiera
beber entera tu alma.
El beso es un intercambio equitativo, en el que uno se entrega al otro completamente.
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En la foto: El mundo nace en cada beso de Joan Fontcuberta y Antoni Cumella, Barcelona. Foto de Karin Mosca